Cuando te invaden los celos

por Miguel Gaviria 2
Escrito Por:
Miguel Gaviria
Terapeuta Emocional

No estás tranquilo.

Dudas.

Sospechas.

Recibe un mensaje y te imaginas lo peor.

Pone el móvil sobre la mesa con la pantalla boca-abajo y crees oculta algo.

Dice que va a tomar algo con sus amigos y crees que hay algo más.

La duda crece dentro de ti ¿con quién está ahora? ¿me está diciendo la verdad? ¿sería capaz de hacerme eso?

Revisas sus llamadas, su whatsapp, su Facebook, su mail, su agenda.

No encuentras nada, no tienes pruebas de la traición, pero algo te dice que, si no ha sucedido ya, sucederá en breve.

¿Qué son los celos?

Los celos son el temor a que tu pareja te traicione por otra persona que le puede dar lo que tú no le das.

Puede que pienses:

“Tengo celos porque la/o quiero”.

“Mi pareja es celosa porque me quiere”.

Pero los celos nada tienen que ver con el amor.

Son la manifestación de inseguridades que se estructuran en la infancia y que se manifiestan en nuestras relaciones sentimentales en la edad adulta.

Estos miedos pueden llevarte a comportamientos con matices paranoicos:

Sospechas de la fidelidad de tu pareja sin base suficiente.

No acabas de confiar, abrirte y entregarte plenamente a tu pareja.

Ves cosas donde no las hay: “si recibe un mensaje tiene que ser de su amante”.

Imaginas que tu pareja está dispuesta a humillarte con otro, te llena de rabia y estás dispuesto a reaccionar.

La base de los celos

Los celos se fundamentan en varios aspectos psico-emocionales. A continuación, te explicaré 4 de ellos y te daré algunas sugerencias para entenderlos y gestionarlos.

1. La desconfianza:

En ocasiones, el celoso no confía en su pareja porque le ha sido infiel en el pasado.

Pero en la mayoría de casos no es así.

La mayoría de celos no se basan en algo fundamentado, sino que se caracterizan por ver cosas donde no las hay. 

De hecho, lo más habitual es que se trate de una proyección: un mecanismo psicológico que te hace atribuir a tu pareja sentimientos, impulsos o pensamientos que son tuyos.

La desconfianza no fundamentada en tu pareja es, en el fondo, autodesconfianza. Es sano explorarla pues cuanto más la reconozcas y la entiendas, menos la proyectarás en tu pareja.

El ejercicio que te propongo es el siguiente:

Busca un lugar tranquilo, siéntate y cierra tus ojos. Pon atención a tu respiración, a las sensaciones que te produce.

 Ahora piensa en cuando eras niño. ¿Recuerdas alguna ocasión en que tus padres o tus maestros te dijeran que no se podía confiar en ti? ¿Recuerdas situaciones que te hacían pensar que no eras digno de confianza? Tómate el tiempo suficiente para que afloren en tu mente.

 Una vez tengas estas vivencias escríbelas en una hoja.

 Por último, escribe una lista de razones por las que no confiarías en ti. Comienza cada frase con “no confió en mi porque…”

De esta manera podrás reconocer tu auto-desconfianza. Cuando te das cuenta de esa falta de confianza, dejas de proyectarla sobre tu pareja. Ese es el primer paso para volver a confiar en ella.

2. La rabia:

Cuando tienes celos, la posible traición se vive como una humillación y nace la rabia. Esta emoción te hace sentir con el derecho de agredir a quién te daña. Las agresiones se pueden presentar en diferentes grados de intensidad: desde retirar la palabra hasta el crimen pasional.

Para encontrar el equilibrio es sano reconocer qué hay debajo de esa rabia pues su aparición te muestra algo que te molesta y te hiere.

Si no conectas con la herida que te despierta, te quedas enganchado a la rabia que acabará reflejándose en agresión, ya sea pasiva o activa.

Para conectar con la herida puedes realizar el siguiente ejercicio:

Haz una lista de las cosas que te dan rabia. Por ejemplo:

 Me da rabia que mi pareja salga a comer con su amigo sin que yo pueda ir con ellos.

 Me da rabia que llegue tarde sin avisarme.

 Me da rabia que se arregle tanto cuando va a ver sus amigos.

 Me da rabia que…

Ahora, responde a la pregunta ¿por qué te da rabia? por ejemplo:

 Porque me hace sentir poco importante, que no valgo, que me abandona, etc.

Luego haz una lista de todos tus recuerdos de las situaciones te han hecho sentir de esa manera. Por ejemplo:

 Sentía que no valía cuando mi profe me decía que todo lo hacía mal y no tenía futuro…

 Sentía que…

Ahora ya sabes qué tipo de heridas despierta en ti tu pareja. Para finalizar el ejercicio haz una lista más. Escribe qué cosas crees que estás haciendo en tu presente que te hacen sentir de la misma manera, y qué puedes hacer para revertirlo. Por ejemplo:

Cuando estoy trabajando me estreso y pienso que tengo que hacer las cosas perfectas porque si no, no valgo y me van a echar. Podría comenzar a hacer las cosas menos perfectas y comprobar que valgo igual como persona.

De esta manera podrás hacerte cargo de tu propia herida en vez de estar agrediendo a tu pareja.

3. La comparación:

Te comparas para medirte.

¿Eres mejor? ¿Eres peor?

Como si los seres humanos pudiésemos estar unos por encima o por debajo de otros.

Cada uno tienes sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Tú, yo, la panadera de la esquina, el vendedor del concesionario de coches y hasta George Clooney.

Los celos te inducen a pensar que tu pareja te dejará por alguien cuyos puntos fuertes sean precisamente tus puntos débiles.

¿Qué tendrá esa persona que no tenga yo?

Es una pregunta recurrente en la mente de la persona con celos.

Y también una pregunta peligrosa.

Cuando te comparas suceden dos cosas:

 Dejas de verte a ti mismo tal como eres.

 Dejas de quererte a ti mismo por quién eres.

Y esa es una de las fuentes de los celos: tener una baja autoestima y no aceptarte como eres.

Un ejercicio que puedes realizar es el siguiente:

Cierra tus ojos e imagina esa persona ideal que es mejor que tú y por la que tu pareja supuestamente te dejará.

 Una vez la tengas clara, escribe en una hoja todas sus cualidades.

 Cuando lo tengas, léelas en voz alta diciendo al inicio de cada una: “no soy suficiente porque no tengo…”. Pon atención a qué emociones, sentimientos y sensaciones te produce decirlo. Esto te permite poner consciencia a cómo te tratas cuando te comparas.

 Por último, vuélvelas a leer en voz alta pero esta vez diciendo “soy suficiente, aunque no tengo…”. ¿Te sientes diferente?

Todos somos seres incompletos y no por eso tenemos que valer menos. Darte cuenta con quien te comparas es el primer paso para dejar de hacerlo.

4. Desear a otras personas:

“No desearás la mujer del prójimo”

Ese es el noveno mandamiento.

Nuestra sociedad está sumergida en la cultura judeo-cristiana y esto puede hacer que penalices desear sexualmente a otras personas que no sean tu pareja.

En ocasiones esta penalización acaba transformándose en celos proyectados: cuando te imaginas que tu pareja es la infiel, pero eres tú la persona que tiene deseos de serlo.

La estructura psíquica del deseo no es “monógama”. El deseo siempre nos lleva a buscar lo nuevo: un nuevo restaurante que probar, una nueva ciudad que visitar, una nueva canción que escuchar. El deseo sexual no es una excepción. Por lo tanto, desear a otras personas que no son tu pareja es natural.

Sin embargo, en ocasiones el deseo por otras personas corresponde a una insatisfacción en la relación de pareja. Si crees que puede ser tu caso, te recomiendo que explores cómo te estás sintiendo con tu pareja. Para ello, toma una hoja y algo con que escribir, y responde a estas preguntas:

¿Qué me gusta de mi relación?

 ¿Qué imaginas que buscas en otra persona que tu pareja no te da?

 ¿Cuándo quieres algo de tu pareja se lo pides?

Ahora comparte con tu pareja las cosas que no te gustan de la relación. Si tienes claro qué es lo que buscas en otras personas, puedes hablar con tu pareja para encontrar alguna manera en que pueda dártelo.

Hasta aquí este post sobre cómo gestionar los celos, espero que te sirva, y si tienes dificultades en tu proceso y quieres que sea tu aliado terapéutico, aquí estoy para asistirte en mi consulta privada.

*Toda la información y recomendaciones en este post no sustituye en ningún caso a un terapeuta, psicólogo, psiquiatra o tratamiento médico.