La duda a la hora de tomar decisiones

por Miguel Gaviria 2
Escrito Por:
Miguel Gaviria
Terapeuta Emocional

No sabes qué decisión tomar.

A veces una parece la correcta, otras veces no.

Piensas en los pros y los contras. Los analizas. Escuchas a la razón. Sientes al corazón.

Pero no tienes nada claro.

Las dos caras de la duda

“Cuando el miedo se adueña de tu corazón,
cede la confianza y flaquea la determinación.”

J. Cardona

La duda es buena. Te permite reflexionar, cuestionar creencias o evitar riesgos innecesarios. Ante una decisión, te permite analizar cuál de las opciones te conviene más. Es una herramienta que te ayuda a equivocarte menos.

Pero si una vez hecho ese análisis, la duda no se ha marchado, es entonces cuando se convierte en un enemigo. Te lleva a darle vueltas y vueltas a una misma cosa para no llegar a nada. Esta situación puede venir dada por algunos miedos como el miedo al fracaso, al cambio o al rechazo.

Cuando el miedo te domina intentas controlar la situación aferrándote al pensamiento y distanciándote del sentir y lo intuitivo.

Una consecuencia negativa de la fijación en lo mental es la inmovilidad. El pensamiento no te da el impulso para la acción o la toma de decisiones.

Entonces… ¿qué da el impulso?

Lo instintivo, la emoción y el sentimiento.

Los humanos tenemos una parte irracional muy importante. A menudo creemos que lo lógico y lo racional guían nuestras decisiones, pero no es así.
El premio nobel Daniel Kahneman demostró que tomamos las decisiones de una forma más intuitiva que racional.

Cuando le preguntan sobre ello explica que “no tengo claro si alguna vez tomamos una decisión racional”. Su investigación evidencia que tus propias convicciones no suelen ser racionales y lo que generalmente haces es buscar información que confirme tus creencias.

Tu parte más animal-instintiva te da la conexión con el impulso agresivo y el coraje necesarios para tomar tu decisión y pasar a la acción. A través de ella recuperas la confianza y la determinación.

Al conectar con el instinto, la emoción y los sentimientos te das cuenta de lo que quieres, deseas y necesitas. Entonces sabes qué rumbo tomar y la decisión surge de manera natural. Cuando ya la has tomado, tu parte racional se encargará de encontrar las justificaciones necesarias para apoyar esa decisión. Una decisión acertada deriva de la comunión de lo instintivo, lo emocional y lo racional.

Cuando te bloqueas, dudas sobre cuál decisión tomar, y le das vueltas una y otra vez, por lo que lo primero que te recomiendo es que limites ese pensamiento ineficaz. Para ello tienes que planificarte un momento fijo al día en el que solo vas a pensar sobre ello. Por ejemplo: voy a pensar sobre si mudarme o no de casa en mi descanso del medio día durante 10 minutos. Entonces cuando te des cuenta que aparecen pensamientos sobre este tema en otros horarios del día, los paras fijando tu atención en otras cosas que no sean pensamientos. Por ejemplo, puedes fijarte en lo que sientes en tus piernas al contacto con el pantalón que llevas, en la hora que marca tu reloj o describir mentalmente alguno de los objetos que te rodean. De esta manera frenas el pensamiento obsesivo.

Un segundo ejercicio que ayuda a conectar con el sentimiento que tienes sobre las diferentes opciones a elegir, es imaginarte que eres dos personas que establecen un diálogo, una quiere la primera opción y otra la segunda.

Busca un espacio cómodo y dos sillas:

Siéntate en una de ellas y actúa como si fueses la persona que quiere la primera opción. Explícale al que está en la otra silla por qué esa es la mejor opción. Cuéntale tus motivos, tus pensamientos y lo que sientes. Exprésate con sinceridad.
Cuando hayas acabado, siéntate en la otra silla. Desde ahí, explícale al otro por qué es mejor la segunda opción.

De esta manera representas un diálogo entre estas dos partes de ti.

Pon atención no tanto a lo que dice cada personaje, sino a las sensaciones, sentimientos y emociones que te producen. Entonces pregúntate:

 ¿Cuál de los dos personajes te gusta más?

Tu mente en la toma de decisiones

¿Has oído alguna vez aquello de: “tú eres tu peor enemigo”?  En ocasiones, no necesitamos que nadie nos perjudique porque lo hacemos nosotros mismos.
Tomamos decisiones que están en contra de lo que queremos, deseamos y necesitamos.

Existen dos factores psico-emocionales que acostumbran a influir negativamente en tu toma de decisiones.

 Tu juez interior
 Tu derrotista

Mientras que el juez interior te presiona hacia objetivos inalcanzables, el derrotista te impulsa a que caves tu propia tumba, te acuestes en ella y esperes a morir. Los dos te desconectan de lo que quieres.

Darte cuenta de ambos te permitirá limitar su influencia sobre la decisión que te cuesta tomar.

Tu juez interior

En tu cerebro hay una parte que se encarga de decirte si lo que haces es moralmente correcto o no. Compara tu conducta con lo que aprendiste que estaba bien hacer de pequeño y dicta su sentencia.

Suele ser una parte rígida que emite juicios desproporcionados. Cuanto más caso le hacemos más nos envía al viaje de la pelota de ping pong entre hiper-exigencias y prohibiciones.

– Tienes que conseguir tu objetivo.
 No puedes rendirte.
 Tienes que aguantar lo que venga.
 No puedes mostrar debilidad.
 …

Por un lado, tu juez interior hace que no te plantees la viabilidad de tus hiper-exigencias, que te pueden llevar al agotamiento o la ansiedad. Persigues objetivos imposibles de alcanzar y tu salud emocional se deteriora.

Por otro lado, te impone prohibiciones que te impiden ser tú mismo. Puede que desees hacer algo pero lo penalizas como algo indebido y acabas tomando decisiones que te falsean como persona.

En este estado no eliges las conductas y acciones de tu vida porque en el menú no hay capacidad de elección. No puedes frenar y cambiar de objetivo y tampoco puedes dejar de hacer algo. Estás atado a tu juez interior.

Cuando no eres capaz de cumplir lo que el juez ordena, cae tu auto-estima y comienzan los auto-reproches como: “no sirvo para nada” o “soy un fracasado”.

Si piensas que puedes estar en un estado parecido al que describo te sugiero que hagas un ejercicio:

Piensa en la persona que más te criticaba en tu infancia. Puede ser tu padre, tu madre, un profesor, etc…
Toma papel y lápiz e imagina que eres ese personaje y critica lo máximo que puedas una de las opciones que puedes elegir.  Luego haz lo mismo, pero criticando la otra.

Para finalizar, léelo en voz y alta busca rebatir cada una de las críticas.

De esta manera lograrás flexibilizar la rigidez del juez interior parar conectar con lo que quieres hacer a un nivel más profundo.

Tu derrotista

“Duerme, duerme,
levantarte y andar para qué…
para ese esfuerzo que es la vida,
duerme, duerme eternamente.”
J. Cardona

– ¿Para qué esforzarse?
– En el fondo no importa tanto.
– No merece la pena luchar.
– Mejor lo dejo para mañana.
– Pobre de mí…

Esta es la voz seductora que te lleva a abandonar lo que quieres, ya sea tomar la primera, segunda o tercera opción.

Cuando haces caso al derrotista renuncias a tus sueños, deseos y necesidades. Dejas de construir tu propio futuro. Dejas de luchar y te rindes cuando encuentras obstáculos en tu camino.

– Lo mejor es quedarme con la pareja que tengo. Conocer a alguien algo nuevo es demasiado esfuerzo.

– Lo mejor es cambiar de pareja, luchar por la tengo es muy difícil y no merece la pena tanto esfuerzo.

El derrotista te instala en la queja y te lleva hacia la inacción. Te traslada al estado del niño que no dispone de recursos suficientes para salir adelante.
En este estado es más fácil que tengas una visión depresiva de lo que te rodea y que no te molestes en buscar soluciones.

Te acabas auto-saboteando con comportamientos aparentemente “involuntarios” en forma de olvidos, confusiones y retrasos oportunos:

 Te estás planteando seriamente tener hijos, pero cada vez que tienes tiempo para hablarlo con tu pareja se te olvida hacerlo.
 Vas hablar con un amigo sobre si dejar tu trabajo o no y resulta que llegas tarde y solo sacas el tema cuando pides la cuenta.

En un estado así ¿cómo vas a tomar una decisión acertada?

Si te reconoces en esta situación donde sabes lo que quieres, pero no encuentras la fuerza para construirlo, te propongo que hagas el siguiente ejercicio.

Encuentra un lugar tranquilo y cierra tus ojos. Pon atención a tu respiración, a las sensaciones que te produce. Entonces trae a tu mente aquella vida ideal que quisieras tener. Cuando lo tengas claro, escríbelo en una hoja.

Ahora piensa en una estrategia “paso a paso”, para conseguir cada una de las cosas que quieres en tu vida.

Por ejemplo: quiero una vida en la que brindo terapia emocional a las personas que quieren conectar con su propia sabiduría encontrando las respuestas a sus dificultades.

 Paso 1: Formarme en psicoterapia con los mejores profesionales
 Paso 2: Pasar por mi propio proceso terapéutico para bajar mis niveles de neurosis.
 Paso 3: abrir una consulta privada
 …

Detalla los pasos tanto como puedas. Cuanto más pequeño sea el paso, más fácil te resultará hacerlo.

 En el ejemplo anterior, el paso 3 podría dividirse en varios sub-pasos.
 Buscar locales de alquiler en mi ciudad.
 Pintar el local.
 Contratar un decorador.
 Darme de alta como autónomo.
 Abrir una consulta privada.

Para finalizar con el ejercicio, comienza con el primer paso de tu estrategia.

Si después de leerlo te da pereza hacerlo, es una señal de que debes empezar cuanto antes.

Para aclarar tomar una decisión acertada, es clave no permitir que tu juez interno o tu derrotista influyan en ella. Si te ves atrapado por alguno de ellos, estoy disponible para asistirte en mi consulta privada, aquí me tienes

*Toda la información y recomendaciones en este post no sustituye en ningún caso a un terapeuta, psicólogo, psiquiatra o tratamiento médico.