Tu mente cuando trabajas en algo que no te gusta

por Miguel Gaviria 2
Escrito Por:
Miguel Gaviria
Terapeuta Emocional

Puede que te hayas animado a buscar un trabajo que te guste, pero no lo consigues.
Puede que te de miedo la incertidumbre, entonces no te atreves a cambiar.
Puede que te tengas que conformar durante más tiempo por necesidad.

Así mentalmente pienses que es una situación temporal, te afecta emocionalmente. A veces estás sin motivación, otras triste y, a menudo, sientes que la espera se hace eterna.

En este artículo te mostraré cómo gestionar emocionalmente esta situación para que puedas sentirte mejor mientras tienes que vivirla.

¿Qué nos pasa cuando no se cumplen las expectativas?

Hay una frase que nos rodea. Tal vez la hayas oído en el trabajo, en la tele o en boca de un amigo. Se repite en la literatura, en las noticias y en las redes sociales.

“Querer es poder”

Pero ¿qué sucede cuándo, aunque quieres y lo intentas, no lo consigues?

No estás contento con tu situación y te sientes insatisfecho. Cuando te ves obligado a trabajar en algo que no te gusta, es posible que aparezcan sentimientos de frustración.

La frustración puede hacer que sientas que has fracasado y, insanamente, caigamos en alguna de estas dos reacciones que empeoran la situación:

1. La hiper-exigencia
2. La impotencia

Ambas son reacciones insanas que suelen empeorar la situación.

Más adelante te explicaré qué recursos puedes usar para lidiar con la frustración de una manera más sana y mejorar tu calidad de vida, pero antes vamos a ver en qué consisten estas dos trampas psicoemocionales.

1. La hiper-exigencia

Al no obtener lo que deseas puedes caer en una actitud de intransigencia.

No aceptas lo que sucede y surge la rabia. Rabia contra todo lo que rodea, pero también contra ti mismo. Aparecen auto-exigencias desproporcionadas.

Te exiges conseguir ese trabajo y te castigas por no lograrlo.

Entonces comienzas a escuchar esa vocecita interna que dice “tendría que haberlo hecho mejor”, “todo esto es mi culpa”, “soy un/a incompetente”.

No eres capaz de mirar con perspectiva y tener en cuenta la circunstancias, el entorno o tus propias limitaciones y le acabas dando la razón a esa vocecita.

Esta forma de llevar la situación hace que surja la ansiedad o la angustia y eso afecta a tu manera de afrontar la realidad. Puede aparecer la irritabilidad, la impaciencia o el insomnio. Te conviertes en alguien más exigente y no logras vivir en paz.

2. La impotencia

No te gusta ese trabajo, aunque piensas que será algo temporal así que lo aceptas.

Pasan los meses y no eres capaz de encontrar nada. Incluso, pueden pasar los años y que todo siga igual.

Tus quejas sobre tu situación no solucionan nada, y ves el futuro negro.

Es entonces cuando llega la impotencia.

Este estado se caracteriza por la creencia de que eres incapaz de salir de la situación en la que te encuentras lo que conlleva una ausencia de acción.

Esta falta de acción te lleva por otros estados emocionales depresivos y surge la tristeza, la decepción o la falta de motivación.

La queja se hace constante y eso hace que te centres más en los obstáculos que en las soluciones.  Magnificas los problemas y tienes un diálogo interno en el que te aseguras a ti mismo que no existe ninguna salida.

¿Cómo puedes gestionar la frustración?

 “Quererse es aprender a cuidarse
cuando uno no se quiere”.
@Vinoblanco69

Trabajar en algo que no te gusta y que no entraba en tus planes puede hacer que caigas en las hiper-exigencias y la impotencia, las cuales complican tu salud psicoemocional.

¿Qué hacer para caminar hacia la salud? Como alternativa a estas reacciones, te explico 2 posibles posturas:

1. Acepta a través de la humildad

Te dijeron que podías conseguir lo que quisieses, que te lo merecías todo, que tu pensamiento crearía la realidad.

Pero la realidad es distinta.

El mundo no está ahí para satisfacer tus necesidades.

Cuando antes aceptes esta verdad, antes podrás salir del estado de intolerancia.
Darte cuenta de que el mundo no existe para complacer y cumplir tus expectativas es un ejercicio que te ayudará a mejorar tu calidad de vida.

¿Cómo conseguirlo?

A través de la humildad.

La humildad es la habilidad de reconocer tus propias limitaciones y vulnerabilidades. Reconocer que no eres perfecto. Que no puedes con todo. (Ni siquiera lo necesitas.)

Humildad no significa infravalorarte o tomar una actitud de sumisión, en el sentido judeo-cristiano. Es una aceptación que está totalmente ligada al amor. Al amor por uno mismo, al amor por todo lo que te rodea. Cuando te quieres lo suficiente, te respetas y eres capaz de aceptar tus propias limitaciones, entonces puedes ponerle límite las exigencias desproporcionadas sobre lo que deberías conseguir.

Entenderás que es posible querer algo, luchar por ello, no conseguirlo y seguir queriéndote.

Un ejercicio que puedes realizar para acercarte a la aceptación es:

Escribe en una hoja todo lo que no aceptas no conseguir. Por ejemplo, “no acepto no ser capaz de conseguir un trabajo de terapeuta”. Date tiempo para que salgan todas las cosas que no aceptas.
Una vez tengas la lista, escribe al lado de cada cosa que no aceptas, las consecuencias de no conseguirlo. Por ejemplo, “no acepto que no sea capaz de conseguir un trabajo de terapeuta, porque si no lo hago seré un fracasado, he luchado mucho y quedaré como un perdedor que no vale nada”. Cuanto más desarrolles las consecuencias, más podrás profundizar.
Ahora es el momento de hacer de “abogado del diablo” y rebatir todas esas consecuencias. Imagina que eres una persona con una visión opuesta. ¿Qué dirías para rebatir esos argumentos?
Por ejemplo, yo rebatiría “un perdedor no es el que no lo logra sino el que no lo intenta. Tú lo has intentado así que no eres un perdedor”.

2. Persevera frente a la adversidad

Cuando no consigues lo que quieres, la motivación disminuye y es posible que la resignación haga que abandones.

La perseverancia es lo que marca la diferencia entre los que se quedan en esa situación durante años y los que consiguen salir de ella.

Perseverar no es garantía de éxito, pero abandonar es garantía de fracaso.

La perseverancia es la habilidad que te permite ser constante, mantener la vista en la meta y no rendirte a medio camino. Es una fuerza que te ayuda a perseguir tus objetivos y superar los obstáculos.

No debes confundir el ser perseverante con el ser duro y rígido. La perseverancia y la rigidez se diferencian en que, esta última, te conduce a la intolerancia.

La perseverancia te permite ser flexible, aceptar tus errores y corregirlos para cambiar de rumbo y perseguir tu objetivo. La rigidez en cambio hace que te presiones a ti mismo y pierdas la capacidad de responder adecuadamente frente a la adversidad, cayendo en esas hiper-exigencias que te expliqué anteriormente.

Para fortalecer la perseverancia, un ejercicio que te recomiendo es:

Escribe en una hoja lo que quieres y los motivos por los que lo quieres. Por ejemplo, “quiero conseguir un trabajo de terapeuta porque es mi pasión. Acompañar a los otros a superar sus problemas me hace sentirme feliz y realizado”.
Una vez tienes claro qué quieres, diseña una estrategia a seguir para conseguirlo y escríbela en un papel. Enumera los pasos a seguir para poder llevarla a cabo. Siguiendo con el ejemplo anterior: “realizar una lista de todas las clínicas de terapia psicoemocional en Barcelona, escribir un currículo, preparar una carta de motivación adaptada a cada clínica, conseguir el contacto de las personas de recursos humanos…
Ahora es el momento de forzarse un poco. Tal vez alguno de los pasos no te apetezca, pero piensa en tu objetivo final, ese que tanto deseas. Coge el primer paso y llévalo a cabo. Si hoy solo puedes dedicarle 10 minutos, está bien. Mañana otros 10. Pasado 10 más. Tal vez la semana que viene puedes dedicarle 20. Cuando lo hayas conseguido, pasa al segundo paso. Pronto te darás cuenta cómo, a medida que avanzas, la motivación y las ganas comienzan a brotar de nuevo.

Hasta aquí este post sobre tu mente cuando trabajas en algo que no te gusta. Si crees que necesitas apoyo, estaré encantado de ser tu aliado terapéutico en mi consulta privada, aquí me tienes.

*Toda la información y recomendaciones en este post no sustituye en ningún caso a un terapeuta, psicólogo, psiquiatra o tratamiento médico.